El Diario de la Vida
Recuerdo que cuando era muy chico, por allá por los 6 o 7 años, mi hermano me regaló un cuaderno donde me enseñaría a escribir la historia de mi vida. Trece años después ninguno de los dos está, pero ciertamente la vida pudo continuar. Con borrones, faltas de ortografías, perfectas prosas y desastrosos párrafos, el diario de la vida continuó, aún cuando muchas veces ni yo quisiera haber cambiado de página.
Si hay algo que me llega a dar hipo de pronunciarlo tanto es el que la vida ciertamente es un tesoro sin igual. Ya viendo en perspectiva mis 19 años de vida, creo haber tenido una vida llena de fuertes caídas y grandes triunfos, acompañada por un recorrido de amigos que jamás se olvidarán. Eso sí, todos y cada uno de ellos han sido una bendición increíble, y aún cuando muchos ya sean sólo recuerdos borrosos, siempre estará viva, aún taciturna, su marca en mí.
Como alguna vez lo escribí hace unos años, la vida es como el recorrido de un tren. En algún momento y lugar determinados, el recorrido comienza. A toda máquina el tren de la vida avanza y a lo largo de su camino recibe a lo largo de sus estaciones a un sin número de pasajeros, algunos que sólo estarán en el tren por unos momentos y otros que se quedarán por siempre. Ya sea palabras "típicas", tallas cortas o páginas enteras, cada uno de los pasajeros ha dejado su marca en mi "borrador de la vida", y a veces el sólo hojearlo por breves momentos trae consigo un huracán de bellos, inolvidables momentos que el viento mismo se ha llevado.
Para mí, mis amigos son un ámbito sacrosanto en mi vida. Han sido pilares fundamentales en todo momento, ya sea como el amigo alegre con quien se echaba la talla en las escaleras "toperas" del P.A y del Alto, como para quienes me apoyaron en todo momento al guerrear contra un desorden alimenticio o no rendirme ante mis propias fallas. Grandes amigos, que con el tiempo han recibido el nombre de "mejores amigos", perros" o "hermanos", con quienes la amistad ha sido erosionada por el soplo del tiempo, pero su recuerdo siempre será el contorno de los valles por los cuales camine. Podría nombrarlos por siglos, pero ustedes saben quienes son. Ustedes son lo mejor.
Más claro que nunca puedo decir que si yo fuera a morir hoy mi vida estaría más que completa, porque el tiempo que pasé con ustedes es como un sueño hecho realidad. Y si éste fuera nuestro último adiós, ya no habrán más lágrimas que secar, porque sólo diría una vez más que son lo mejor. Sólo decir lo que se tenga que decir antes que sea demasiado tarde. Que todo el tiempo que gasté tratando de protegerme a mí mismo negando el avanzar y que ya hoy quiero que sepan que los quise mucho más que eso. El libro de la vida siempre debe avanzar, por mucho que duela cambiar la página.
Ahora, a mirar aquella página en blanco que se dislumbra ante nuestros ojos. A mirar con ojos de futuro aquella ventana ante la niebla de la noche y dejemos que sea el sol quien ilumine cada una de las palabras que escribamos en nuestra vida. Porque aquello que se nos avecina , eso distante en el horizonte pero que se ve tan cercano que casi pudiésemos besarlo es aquello que debemos escribir. Nadie más puede vivir nuestras vidas con los ojos abiertos, ni hablar las palabras que de nuestros labios emanen. Es tiempo de mirar con otros ojos al mundo, aquel que nos abraza día a día y que entre llantos y sonrisas nos da la fuerza para escribir. Es la pasión por escribir tu vida, la pasión misma por el vivir.
Ése es tu diario de la vida.
¡Sólo tú lo puedes escribir!
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