Fernando Arturo Subercaseaux, 19 años. Estudiante de Derecho UDP.

Doctores & Valores

julio 02, 2009 , Posted by Fernando Arturo Subercaseaux at 7:46 p. m.

Siempre he sido de la idea de que las creencias religiosas, sean cuales sean, y la ciencia son incompatibles, y por el bienestar mutuo deberían ambular por el mundo cada uno por su camino. "Pastelero a tus pasteles", dice el dicho. ¿Qué hace un científico buscando pruebas de que Dios, o la divinidad a la que objete, no existe sino inflar su ego? Si se busca por medio de la razón comprobar o refutar algo que está más allá de ella, perceptible sólo por medio de la Fe, terminamos escuchando estériles y trilladas discusiones sin un final feliz. Nada que hacerle, buscar a Dios o al Diablo por medio de la ciencia es una pérdida de tiempo, y viceversa, pues también es una pérdida de tiempo (y de masa encefálica) tratar de ver la ciencia con los ojos de Dios, porque ante resultados tan diversos y contradictorios ante un mismo fenómeno pierde la objetividad de toda la ciencia que predica.


Ante la reciente polvareda que se ha levantado en torno al dictamen de la Contraloría que prohibió a los municipios distribuir la píldora del día después, quitando todos los adornos vistosos para decir que es abortiva se esconde una última y medular creencia: que la vida comienza en el momento de la concepción, postura adoptada por la Iglesia Católica y las más conservadoras iglesias evangélicas. Más allá del rol positivo (o negativo) que cumplan éstas en la sociedad, tras el lluvioso velo informativo sobre los activos de la píldora, los momentos y formas en que funcionan, con lujo de detalles incluidos, se esboza la idea de que la vida humana comienza como tal en el momento en que el espermatozoide fertiliza el óvulo, dando origen a un homocigoto con un ADN diferente.

Efectivamente, hasta los años '60s esta fue una postura bastante generalizada en el mundo de la ciencia, hasta que comenzó a objetarse ante los avances de la ciencia. A saber, la fecundación, junto con un homocigoto, puede producir organismos que sin lugar a dudas no son vidas humanas como los fatales coriocarcinomas, molas hidatiformes o una gestación anembriónica, donde a medida que el embarazo avanza nunca se desarrolla un embrión, ni tampoco es bioquímicamente detectable como un organismo aparte de la madre. Por eso, hoy por hoy en el mundo científico en general se ha adoptado la postura de que el embarazo en sí comienza en el momento de la implantación del blastocisto, cuando es posible distinguirlo perfectamente de la madre por el inicio de la secreción de la hormona gonadotropina coriónica humana (Gch). Es decir, es la implantación el momento en que el cuerpo de la madre y el cuerpo del embrión a gestarse son claramente diferenciables, dando inicio al embarazo. Antes de ello, es imposible afirmar que es abortivo poner término a un embarazo que aún no comienza.

La píldora de la discordia, el aborto terapéutico, la eutanasia, la investigación en células madres, la clonación, la fecundación in vitro y tantos otros procedimientos científicos y médicos han sido constantemente involucrados en la lista de objeciones "valóricas". Al margen de si uno apoya o no cualquiera de ellos, involucrar la moral y los valores personales en decisiones en cuanto a la experimentación científica y, sobre todo, el sistema público de salud no corresponde, puesto que en un mundo donde la diversidad de creencias religiosas es tan amplia, con algunas tan extremas como los talibanes y los terroristas cristianos, manipular el conocimiento científico para satisfacer a una u otra sólo hace que la ciencia misma pierda objetividad alguna, como la lamentable expulsión del Dr. Croxatto de la Universidad Católica por afirmar que la píldora no era abortiva. Acaso, ¿Toleraríamos prohibir las transfusiones de sangre y transplantes de órganos si nuestro Congreso fuera adventista? ¿Permitiríamos que nos prohíban la cafeína si el Congreso fuera mormón? Lo dudo. Entre doctores y sacerdotes, prefiero quedarme con como decían ya en la Antigüedad los romanos, "a Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César".

Quizas es la raíz científica y racionalista lo que hace que, en general, los doctores sean capaces de separar claramente las aguas de la ciencia y la religión, como lo hizo, por ejemplo, Juan Lobos (UDI) al señalar que la píldora no es abortiva. Pero más allá de la extenuante y estéril discusión de la píldora, vamos con dos doctores y diputados de RN sobre reales temas valóricos en Tribuna Ciudadana:

Diputada Karla Rubilar: ¿Cuál es su postura sobre el aborto terapéutico y la eutanasia?



Diputado Osvaldo Palma: ¿Cuál es su postura sobre la eutanasia?

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